Ernesto Cardenal ya pasó los 90
años. Conocido como poeta, ministro del gobierno sandinista y monje, fue
excomulgado por el papa Juan Pablo II, por desobediente y por simpatizar
demasiado con los pobres.
Cuando joven, en época de definir
sus vocaciones, escribía poemas simples y rebeldes que llamaba epigramas:
"Me dijeron que estabas enamorada de otro/ entonces fui a mi cuarto/ y
escribí un poema contra Tachito/ por el que todavía estoy preso".
Tachito era Anastasio Somoza,
dictador nicaragüense.
Ernesto amaba a Dios, las mujeres y
la revolución. No sé muy bien en qué orden, pero tampoco sé por qué debería existir
ese orden.
Lo cierto es que después de una
crisis espiritual se orientó hacia un evangelio social y conoció a Thomas
Merton, monje trapense con quien se formó.
Creó una orden en la isla de
Solentiname, de la que supe por el editor argentino de sus libros, que me
contaba detalles de lo aventurado que era viajar a ella.
Hay un poema de Cardenal que me gustaba
repetir:
"tú que eres bella ahora en las calles de Managua/ algún día
serás de un tiempo lejano/ cuando las gasolineras sean ruinas románticas".
Al igual que su tocayo Ernesto Guevara, que
fue ministro de economía, el fue también funcionario de su revolución como
ministro de cultura. Sospecho que como funcionarios ambos deben haber sido
ineficientes, como lo son la poesía o la libertad.
Hace pocos días soñé con él y por
eso escribo estas líneas, quizás porque el respeto supersticioso que tengo por
los sueños me mueve en la búsqueda de aclarar sus significados. Lo que más me
desconcierta de este sueño es que si bien me gustaban algunos de sus poemas,
Cardenal nunca fue particularmente importante para mí. Como tengo el dato de
que los sueños son residuos del alma presiento que algo debe haber quedado
boyando en mi memoria y clama por ser descubierto.
Por ahora sólo tengo una pista. Es
como una tarjeta postal gastada por haber quedado guardada mucho tiempo en la
billetera. Es una frase y una copresencia que a medida que se desorganiza esta
civilización se vuelve más real y menos lejana:
"Cuando las gasolineras sean
ruinas románticas".
Nota: Varios de los datos aquí
narrados seguramente contienen inexactitudes. Pero en lugar de ir a internet a
cotejarlos, he preferido ser fiel a mi memoria y sus fabulaciones, porque al
fin de cuentas guardan más fidelidad con la materia de la que están hechos los
sueños.
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